domingo, 21 de febrero de 2016

Winter Wonderland

Desde que tengo conciencia, Noruega ha sido una obsesión para mí. Un destino que he pospuesto una y otra vez por lo caro que es todo allí y que tanta pereza me da. Pero un sueño, es un sueño, como lo era ver la aurora boreal, así que agité mi coctelera de deseos y elegí Tromsø, una encantadora ciudad en el Círculo Polar para mis vacaciones. Sí, Noruega es cara, pero por unos 1000 euros he disfrutado de la blanca Navidad con la que todo el mundo fantasea.

Algunas semanas después, intento poner en orden los recuerdos del viaje. Es más difícil que nunca, porque los días se sucedían de una manera muy parecida: misma luz, mismos escenarios, mismo tiempo, mismo menú...


Día 1


                                                                                               Adiós, sol...

                                    ... Hola, nieve!





Salimos muy temprano desde Alicante, con escala en Oslo. El momento paranoia del día fue tener que recoger las maletas en Oslo y autofacturarlas en unos mostradores de Norwegian Airlines. Era como mandar las maletas llenas de necesaria ropa de abrigo al más allá y esperar a que en Tromsø, haciendo una ouija, aparecieran. Esto finalmente no fue necesario y las maletas volaron con nosotros. Cogimos el autobús en la puerta del aeropuerto y en 15 minutos estábamos en nuestro hotel, el Comfort Xpress. Era media tarde, y dimos un paseo por las principales calles de la ciudad (las que tantas veces recorreríamos durante esa semana). 


Olaf nos daba la bienvenida ante la catedral de Tromsø



Compramos algo para cenar en el Spar, la opción más económica. Cenamos sandwiches de salmón ahumado con ensaladilla en la misma habitación del hotel. Sabiendo que no limpiaban hasta el cuarto día de estancia (es lo que tiene viajar en low cost) cenamos sentados en el suelo, para evitar apestar la cama. Al día siguiente nos dimos cuenta de que aquello fue absurdo, pues en el vestíbulo del hotel hay muchas mesas, en las que la gente se comía las cosas que compraba fuera).










Día 2





"Amanece" en la capital ártica. El sol no saldrá por las montañas.
Desde el primer día apostamos por ver la Aurora boreal. Cierto es que daban mayor predicción de actividad solar para el día siguiente, pero, ¿cómo arriesgarse? Nos dirigimos a la oficina de turismo, en la que parecía que vendían entradas para ver a los Rolling, dada la cola que había siempre. Al final nos fuimos sin hablar con el personal de allí, aunque todo lo que necesitábamos aparecía en el folleto de actividades de invierno. Por Internet concertamos la excursión de la noche con The Wondering Owl a través de su página web. Tuvimos suerte porque había sitio para ese mismo día en excursión de siete personas. Las excursiones se pueden hacer con varios presupuestos: autobuses grandes, minibuses o furgonetas. Nosotros elegimos esta última y no nos arrepentimos porque, por ejemplo, te pueden asesorar bien para echar fotos de la Aurora boreal y el paisaje y como es lógico, una furgoneta tiene mayor movilidad que un autocar.
Estuvimos paseando y cruzamos el puente hasta la Catedral Ártica, edificio blanco de líneas rectas emblemático de Tromsø que, como la famosa iglesia de Reykjavik, me transmite frialdad y un modo absolutamente opuesto de entender las fachadas de las iglesias al que tenemos nosotros. Eso sí, un diseño funcional para evitar acumulaciones de nieve.


Fargo


Comimos en el Burger King de Tromso, que por fortuna acababa de inventar el filete de pescado, hicimos tiempo en el hotel, nos abrigamos y a las 6 de la tarde comenzó la excursión. En Tromso había nubes altas, y nos dirigimos hacia el interior ya que las nubes procedían de la costa. Al cabo de una hora y algo de camino, en medio de la carretera, vislumbramos las luces del norte. Nos bajamos en medio de la nada para conocer a Lady Aurora y al poco tiempo, se escondió. Seguimos nuestro camino hacia lo alto de una montaña y allí volvió a aparecer.











El guía nos ayudó a ajustar la cámara y además hizo algunas buenas fotos que luego nos envió por correo. Y menos mal que fue así, porque yo tenía tanto, pero tanto, taaaaaaanto frío que mis fotos fueron un desastre. ¡Bastante tenía con sobrevivir!. Tras esa toma de contacto avanzamos algunos kilómetros más y llegamos a un paisaje increíblemente bello. La luna llena brillaba sobre la nieve y los árboles desnudos. 



Nos pusimos (aún más) trajes para el frío y botas, encendimos una hoguera y cenamos sopa caliente, chocolate y galletas. El cielo estaba despejado, todo era perfecto excepto por que la Aurora no volvió a aparecer. A pesar de ello, era uno de los paisajes más bonitos y sobrecogedores que he visto, auténtica fantasía ártica, lástima que el frío no me dejase disfrutar más de aquel escenario tan alucinante.








Estuvimos allí hasta las 12.30, y recogimos para emprender regreso a Tromso, a dos horas de aquel sitio. 


Día 3

Me levanté con el sabor agridulce de haber visto la aurora pero querer un poquito más. Las cosas destacables de Tromso, como la calle principal o la catedral ya estaban vistas, aunque dimos otra vuelta por el centro, esta vez con algo más de calma. Aprovechamos los momentos del día con algo más de luz, entre las 11 y las 12.30 aproximadamente, aunque a pesar de eso, entre el 20 de noviembre y el 20 de enero el sol no llega a salir por el horizonte. Aunque hay transporte urbano para moverse dentro de la ciudad, es bastante caro, por lo que fuimos caminando hasta Folkeparken, un parque con playa al suroeste de la isla. Este parque me recordó mucho a la película "déjame entrar", por lo que no podía evitar sentir cierto temor ante un lugar tan oscuro, frío y del que sería imposible escapar corriendo.


Todo estaba cubierto de nieve, y ya casi oscurecía. Pude notar un olor familiar, y no era otro que el de la madera noruega (Norwegian wood) en una hoguera que ya casi se apagaba. La oscuridad que ya se echaba encima nos obligó a volver al centro, pero a la vez nos hizo pensar que ese sería un buen sitio para ver la Aurora Boreal si el cielo nos regalaba una noche despejada.


Volvimos al hotel, o al Spar... quién sabe! y creo que fue esa tarde la que empezamos nuestra maratón de Fargo (una serie que se mimetiza con el entorno). Es una buena idea llevarse un dispositivo y un par de series descargadas, pues se pasan bastantes horas dentro de la comodidad del hotel.
Por la noche acudimos al otro punto de la isla donde, si las condiciones son buenas, se puede ver bien la Aurora: el lago que hay en el centro de la isla. Nos fuimos con cámara y trípode, pero aunque la nubosidad no era espesa, la contaminación lumínica se reflejaba en las nubes altas y no se veía absolutamente nada.


Día 4


Fin de año. Como el resto de días, nos levantamos sin prisa y desayunamos galletas del Spar. Volvimos a pasear por el centro, y contratamos una excursión para el día siguiente. 


A Roal Amundsen, después de conquistar la Antártida, el frío de Noruega le parece una broma.

Catedral ártica en el fiordo.



menú de Nochevieja



Visitamos algunas tiendas de souvenirs y nos sentimos atraídos por una cafetería en la que el camarero, mientras no servía mesas, tocaba el piano. Nos tomamos un chai latte y muy pronto cerraron. Entonces nos dimos cuenta de que la necesidad básica de comer durante ese día corría peligro, y fuimos al Spar a por una estupenda cena de Nochevieja: salmón ahumado, galletitas saladas, ensaladilla rusa de bote y como no, las uvas. Esto fue como a las 12 de mediodía, y dado el calor que hacía en la habitación, mi chico tuvo la brillante idea de coger nieve de la calle y meterla en la bolsa de los alimentos para mantenerlos frescos.



Comimos una quiche de verduras en Aunegarden, un local encantador regentado por franceses e italianos en el que por 150 coronas puedes llevarte algo calentito al cuerpo.
Pasamos la tarde viendo Fargo mientras escuchábamos constantes fuegos artificiales desde diferentes puntos de la isla. En principio queríamos haber ido al concierto que en Nochevieja se celebra en la Catedral Ártica, pero costaba unos 25 euros y con las dos excursiones que habíamos pagado, se nos iba un poco de presupuesto.

Por la noche comprobamos que la nieve-refrigerador aún duraba y la comida estaba perfecta. Cenamos en el vestíbulo del hotel (éramos los únicos frikis) y nos dimos el lujo de pedir unas cervezas para brindar. Sobre las 11 de la noche nos dirigimos al puerto con nuestras uvas y una app que daba las campanadas para ver la entrada del año con sus fuegos artificiales al más puro estilo escandinavo. Con una temperatura de 4ºC, fue una noche perfecta.


Últimos minutos de 2015

Bienvenido 2016




Día 5

Empezamos el año madrugando para hacer la excursión de la visita al poblado sami para ver renos y montar en moto de nieve. Contratamos la excursión con Arctic Guide Service y nos costó unos 140€. Fuimos en minibús en dirección al interior, donde las temperaturas son más duras que en la costa. El paisaje, siempre nevado, estaba bañado por esa luz azul de la noche polar. Y es que en ningún sitio la hora azul puede serlo más que en un paisaje nevado, por cómo el blanco refleja la luz del cielo. Tuvimos suerte una vez más con la temperatura, pues no era un día especialmente frío y pudimos estar un buen rato alimentando a los renos. No era muy fácil relacionarse con ellos, pues se movían mucho y sus cuernos irregulares son algo peligrosos porque en un despiste, pueden acabar en tu ojo.






Después de estar con los renos, pasamos a una cabaña en la que nos dieron la comida y un chocolate caliente y los samis nos contaban cómo es su vida, y es que hay gustos para todos... Luego nos montamos en moto de nieve, para lo cual se supone que te piden el carnet de conducir pero en la práctica no nos pidieron nada. Había que conducir siguiendo al sami por un camino trazado en la nieve, por lo que yo no me vi capacitada y me divertí yendo de polizón. Una vez más se olía la Norwegian Wood y estábamos rodeados de árboles pelados que ahora son un bonito recuerdo de cuento.



La excursión duró hasta las 14:00 aproximadamente, y ya en Tromso volvimos al hotel porque era Año Nuevo y estaba todo cerrado. Más Fargo con galletas.
Aunque la compañía Arctic Guide Service suele colgar las fotos de estas excursiones en su página de facebook, la de este día no llegaron a colgarla, así que nos quedamos sin las fotos pro.


Día 6

El día empezó como todos los demás, con la diferencia de que descubrimos que la mejor forma de desayunar era en los Cooprix, donde por 2€ tenías café (de todas las clases, con todos los siropes) o té (Pukka) con un bollo. Nos lo tomamos en la encantadora plaza de la catedral de Tromso, donde ya no había ni la mitad de nieve que el primer día, pues en todo el tiempo que estuvimos allí no nevó ni llovió. Una vez más, nos llevamos el anticiclón con nosotros.
Lo fascinante de aquella mañana era ver lo despejado que estaba el cielo. Si no se torcía, las posibilidades de poder ver la Aurora Boreal desde Tromso eran más que reales. Así que dedicamos la mañana a andar de aquí para allá (en realidad no recuerdo nada) haciendo tiempo para que llegase la tarde. Un gran "pero" en nuestro viaje fue que el funicular que te lleva arriba de la montaña estaba cerrado por obras, así que una des las excursiones obligadas de Tromso no pudimos realizarla.

A las 7, el cielo continuaba despejado y teníamos la duda de si dirigirnos al lago (más cerca, pero cuesta arriba) o a Folkeparken. Finalmente elegimos la segunda opción, y aunque era muy oscuro y todo apuntaba a que allí podría suceder cualquier escena de Fargo, una vez allí, Lady Aurora no se hizo esperar. Monté el trípode, fijé ajustes en la cámara y ya se podían apreciar las luces verdes. Al poco tiempo se podían percibir a simple vista, y enseguida las luces del norte empezaron a iluminar el cielo ártico.




En semejante escenario, mi chico no pudo esperar más y decidió que ese era un buen lugar para pedirme que pasara el resto de mi vida con él. Sin duda, un momento inolvidable. Todo era perfecto: el frío no era excesivo (no tenía nada que ver con el de la noche de la excursión), había olor a Norwegian wood, se escuchaba el sonido de las olas, las estrellas brillaban con fulgor y la dama verde se movía en el cielo para nosotros. 




Tras dos horas disfrutando de la escena, el frío empezaba a calar y volvimos al hotel, donde celebramos nuestro compromiso con otras dos cervezas...¡será por perras!


Día 7

A estas alturas yo ya me había enamorado de Tromso y empezaba a sentirme muy triste porque el viaje ya se acababa. No obstante, el día era claro y despejado como el anterior y pensé que si la naturaleza había sido tan benevolente la noche anterior, también podía darnos una bella despedida.

Durante el día pudimos entrar a la catedral de Tromso, la única catedral de madera de Noruega. Era domingo, pero en vez de estar dando misa, los feligreses tomaban chocolate y galletas mientras los niños jugaban entre los bancos. 






Luego volvimos a visitar la Catedral Ártica, en principio pensábamos entrar pero la entrada costaba dinero y a juzgar por lo que se veía desde fuera, decidimos ahorrarnos esas coronas. Pero mereció la pena atravesar el puente justo a aquella hora del día (o de la noche) solo por ver el cielo naranja y azul cobalto sobre el fiordo.


Un cielo prometedor para ver auroras


Catedral Ártica

Esta iglesia bien podría llevar el nombre de Stanley Kubrick


Para comer, volvimos a Aunegarden, a probar sus famosas sopas. Ese día el frío empezaba a apretar y la sopa nos sentó de lujo. Volvimos al hotel y esperamos a que se hiciese la hora de salir en busca de la Aurora.

Esta vez decidimos ir al lago porque el camino era más corto. Fuimos sobre las 7, la misma hora que el día anterior. El cielo estaba completamente despejado pero las fotos no mostraban nada. Esperamos un buen rato pero el frío empezaba a doler (había una sensación térmica de -13º) y sólo salía un poco de verde en algunas fotos, aunque a simple vista era imposible percibir nada. Llegó un momento en que decidimos irnos porque la mañana siguiente había que levantarse a las 4. Y entonces, cuando salíamos del parque en el que se encuentra el lago, a unos 50 metros de la carretera y el mundanal ruido, miré al cielo y vi una enorme banda verde brillante. 



La Aurora salió a decirnos adiós



Allí estaba otra vez Lady Aurora, que había venido a despedirnos. Era más brillante y bailarina que la del día anterior. Era absolutamente preciosa, y a los 5 o 10 minutos se escondió. Otra vez de vuelta, sobre la aguja de la catedral de Tromso, se adivinaban las luces del norte. Entonces entramos al calor del hotel, con una sonrisa de oreja a oreja y el corazón palpitante, con la experiencia en la mochila de haber visto tres veces la Aurora Boreal.







Las luces del norte son un espectáculo de la naturaleza que cualquier persona amante de la naturaleza debería presenciar al menos una vez en su vida. Pero es un fenómeno escurridizo y caprichoso.
Durante el mes antes del viaje, miraba todos los días la predicción del tiempo en Tromso y siempre daba nevadas. Yo llegué a pensar que la app no funcionaba bien, pero de hecho cuando llegamos allí todo estaba cubierto por la nieve, así que por algo sería. De haber pillado aquellas tormentas de nieve, habría sido muy difícil encontrar la Aurora incluso con excursión, aunque hay que intentarlo. Pero aunque no aparezca, la magia de la noche polar, de ese mundo de postal navideña, de ese frío revitalizante y en su caso, de ver la nieve caer (nosotros no pudimos) así como de la paz y el estilo de vida relajado de los países nórdicos, merece la pena desconectar en el mundo de Winter Wonderland.